- Detalles
-
Visto: 3239
Vals del minuto
Y ahora, si el tiempo y el oxígeno lo permiten,
quisiera deleitarlos una vez más
interpretando para todos ustedes
el "Vals del minuto" de Federico Chopin.
Antes de interpretar esta obra tengo que agradecer a mi profesor de canto
Él ha sido quien me ha enseñado todo lo que sé.
E incluso a cantar EL "Vals del minuto" de Federico Chopin
y juro que no durará mucho tiempo.
Bien, cuando guste estoy pronta.
¿Tiene todo?.
Hasta ahora no he recibido ninguna queja.
Pues entonces tóquelo con las dos manos.
Así terminamos más rápido.
Tengo un minuto solamente, un minuto, sólo un minutito,
nada más que un solo minutito,
sesenta segundos es todo el tiempo que tengo,
no me han dado más, para cantar este pequeño vals.
Sé que es difícil, pero intentaré.
Quisiera irme, pero antes tomaré el minuto
y juro que lo llenaré con las notitas que escribió Chopin.
No hay más remedio, lo tendré que hacer.
Quisiera hacerlo sin equivocarme,
pero es tan difícil sin equivocarse,
respirar a tiempo, no errar una nota
y seguir, ji-ji-ji, sonriendo, para que ustedes queden satisfechos
y que no reclamen en boletería
devolviendo las entradas y diciendo que esto es una porquería.
Sé que hay muchas cantantes
que dividen este valsecito en dos o tres partes,
pero yo lo hago de un tirón,
como lo soñó el autor.
Y ahora debo concentrarme,
respirar bien hondo,
abrir bien la boca.
Lo he pasado sin dificultad,
ya he llegado a la mitad.
Esta parte es más serena.
¿Será el puente o será el tema?
Me pregunto dónde estoy.
La verdad que no tengo la menor idea.
Ya me falta menos de treinta segundos,
menos de treinta segundos, ya me falta menos,
ya me falta menos, casi veintisiete,
para completar este pequeño vals.
Cada corchea es una tortura.
Si no respiro me voy a quedar dura sobre mis pulmones.
En cuantro termine con esta payasada
me las tomo, me las tomo, sí señores,
a comerme un buen plato de raviolis.
Y ahora despacito, que falta poquito,
sólo diez compases y un acelerando.
¡Ah! si nos apuramos tengo miedo de no poder terminarlo.
Yo me pregunto: y Chopin, ese tuberculoso,
¿en qué pensaría cuando lo escribía?
¡Ay! ¡No lo puedo creer!.
¡Llegamos al final de este maldito vals!