• Presentación
  • Te quiero
  • A la izquierda del roble
  • Todavía
  • Hombre preso que mira a su hijo
  • El triunfo de los muchachos
  • Un padrenuestro latinoamericano

PRESENTACION

M. Benedetti / A. FaveroLas poemas y canciones que siguen forman parte en su mayoría del libro: “Poemas de otros”. Confieso que son poemas de una técnica casi narrativa, ya que han sido escritos a partir del punto de vista de personajes inventados. Todos los yoes de estos poemas son, por lo tanto, de personajes, aunque, por supuesto, a través de ellos, en alguna proporción, también soy yo mismo. En cierto sentido los otros que invento son confidencias sobre aquello que, desgraciadamente, no me ocurre. Y también, los otros que invento dicen en ocasiones cosas que yo no hubiera dicho ni aunque fuera otro. Algunos, no muchos, de estos “Poemas de otros”, son textos políticos, pero a través de situaciones humanas muy concretas, sin embargo casi todos, aún los poemas políticos, terminan siendo poemas de amor, enfocando a veces una imagen de muchacha que también es muchas y es una sóla. Y no creo que haya en esto una contradicción, porque la política es también una forma del amor, pero no viceversa. Por algo en el amor es mucho más fácil tener el corazón caliente que la cabeza fría. Una parte del libro se llama, precisamente, “Canciones de amor y desamor” y, en base a ella, hemos iniciado un nuevo ciclo con Alberto y Nacha. A lo mejor a ustedes les extraña, pero varias de esas canciones son canciones de amor y sólo eso. Y no pensamos avergonzarnos de semejante realismo. Hay que aventar cierta mentirosa imagen que suele presentar al luchador político, al joven militante, como un ser tan riguroso en su disciplina, tan sectario en sus sentimientos, que es incapaz de amar como cualquier hijo de vecina e, incluso, a la hija del vecino, sobre todo si está bien de piernas e ideología El amor no es un artículo suntuario, sino una necesidad vital del ser humano. Es claro que no siempre uno es capaz de colmar esa necesidad pero, aún en ese caso, la soledad es también un homenaje al prójimo y, en el cincuenta por ciento de los casos, a la prójima.

TE QUIERO

M. Benedetti / A. FaveroSi te quiero es porque sos | mi amor, mi cómplice y todo | Y en la calle, codo a codo | somos mucho más que dos | somos mucho más que dos | Tus manos son mi caricia | mis acordes cotidianos | Te quiero porque tus manos | trabajan por la justicia | Si te quiero es porque sos | mi amor, mi cómplice y todo | Y en la calle, codo a codo | somos mucho más que dos | somos mucho más que dos | Tus ojos son mi conjuro | contra la mala jornada | Te quiero por tu mirada | que mira y siembra futuro | Tu boca, que es tuya y mía | tu boca no se equivoca | Te quiero porque tu boca | sabe gritar rebeldía | Si te quiero es porque sos | mi amor, mi cómplice y todo | Y en la calle, codo a codo | somos mucho más que dos | somos mucho más que dos | Y por tu rostro sincero | y tu paso vagabundo | y tu llanto por el mundo | Porque sos pueblo te quiero | Y porque amor no es aureola | ni cándida moraleja | Y porque somos pareja | que sabe que no está sola | Te quiero en mi paraiso | es decir, que en mi país | la gente viva feliz | aunque no tenga permiso | Si te quiero es porque sos | mi amor, mi cómplice y todo | Y en la calle, codo a codo | somos mucho más que dos | Y en la calle, codo a codo | somos mucho más que dos

A LA IZQUIERDA DEL ROBLE

M. Benedetti / A. FaveroNo sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | pero el jardín botánico es un parque dormido | en el que uno puede sentirse árbol o prójimo | siempre y cuando se cumpla un requisito previo | que la ciudad exista tranquilamente lejos | el secreto está en apoyarse digamos en un tronco | y oír a través del aire que admite ruidos muertos | como en Millán y Reyes galopan los tranvías | no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | pero el jardín botánico siempre ha tenido | una agradable propensión a los sueños | a que los insectos suban por las piernas | y la melancolía baje por los brazos | hasta que uno cierra los puños y la atrapa | después de todo el secreto está en mirar hacia arriba | y ver cómo las nubes se disputan las copas | y ver como los nidos se disputan los pájaros | no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | ah pero las parejas que huyen al botánico | ya desciendan de un taxi o bajen de una nube | hablan por lo común de temas importantes | y se miran frenéticamente a los ojos | como si el amor fuera un brevísimo túnel | y ellos se contemplaran por dentro de ese amor | aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble | hablan y por lo visto las palabras | se quedan conmovidas a mirarlos | ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos | no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | pero puede ocurrir que de pronto uno advierta | que en realidad se trata de algo desolado | uno de esos amores de tántalo y azahar | que dios no admite porque tiene celos | fíjense que él acusa con ternura | y ella se apoya contra la corteza | fíjense que él va tildando recuerdos | y ella se consterna misteriosamente | para mí que ella está diciendo | lo que se dice a veces en el jardín botánico | - - - - - - - - - - - - - - - - - - | Vos lo dijiste | nuestro amor | fue desde siempre un niño muerto | Solo de a ratos parecía | que iba a vivir | que iba a vencernos | Pero los dos fuimos tan fuertes | que lo dejamos sin su sangre | sin su futuro, sin su cielo | Un niño muerto, solo eso | Maravilloso y condenado | Tal vez tuviera una sonrisa | como la tuya | dulce y honda | Tal vez tuviera un alma triste | como mi alma | poca cosa | Tal vez aprendiera con el tiempo | a desplegarse | a usar el mundo | Pero los niños que así vienen | muertos de amor | muertos de miedo | tienen tan grande el corazón | que se destruyen sin saberlo | Vos lo dijiste | nuestro amor | fue desde siempre un niño muerto | Y qué verdad | dura y sin sombra | Qué verdad | fácil y que pena | Yo imaginaba que era un niño | y era tan solo un niño muerto | Ahora qué queda | Solo queda venir la fe | Que recordemos | lo que pudimos haber sido para él | que no pudo ser nuestro | Qué más | Acaso cuando llegue | un 23 de abril y abismo | vos donde estés | llevale flores | que yo también iré contigo | - - - - - - - - - - - - - - - - - - | no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | pero el jardín botánico es un parque dormido | que sólo se despierta con la lluvia | ahora la última nube ha resuelto quedarse | y nos está mojando como a alegres mendigos | el secreto está en correr con precauciones | a fin de no matar ningún escarabajo | y no pisar los hongos que aprovechan | para nacer desesperadamente | sin prevenciones me doy vuelta | y siguen aquellos dos a la izquierda del roble | eternos y escondidos en la lluvia | diciéndose quién sabe qué silencios | no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes | pero cuando la lluvia cae sobre el botánico | aquí se quedan sólo los fantasmas | ustedes pueden irse | yo me quedo

TODAVIA

M. Benedetti / A. FaveroNo lo creo todavía | estás llegando a mi lado | y la noche es un puñado | de estrellas y de alegría | Palpo, gusto, escucho y veo | Tu rostro, tu paso largo, tus manos | y, sin embargo | todavía no lo creo | Tu regreso tiene tanto que ver | contigo y conmigo | que por cábala lo digo | y por las dudas lo canto | Nadie nunca te reemplaza | y las cosas más triviales | se vuelven fundamentales | porque estas llegando a casa | Sin embargo todavía | no puedo creer mi suerte | porque el cielo de tenerte | me parece fantasía | Pero venís y es seguro | Y venís con tu mirada | Y por eso tu llegada | hace mágico el futuro | Y aunque no siempre he entendido | mis culpas y mis fracasos | en cambio sé que en tus brazos | el mundo tiene sentido | Y si beso la osadía | y el misterio de tus labios | no habrá dudas ni resabios | te querré más todavía

HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU HIJO

M. Benedetti / A. FaveroCuando era como vos me enseñaron los viejos | y también las maestras bondadosas y miopes | que libertad o muerte era una redundancia | a quién se le ocurría en un país | donde los presidentes andaban sin capangas | que la patria o la tumba era otro pleonasmo | ya que la patria funcionaba bien | en las canchas y en los pastoreos | realmente botija no sabían un corno | pobrecitos creían que libertad | era tan sólo una palabra aguda | que muerte era tan solo grave o llana | y cárceles por suerte una palabra esdrújula | olvidaban poner el acento en el hombre | la culpa no era exactamente de ellos | sino de otros más duros y siniestros | y estos sí | cómo nos ensartaron | en la limpia república verbal | cómo idealizaron | la vidurria de vacas y estancieros | y cómo nos vendieron un ejército | que tomaba su mate en los cuarteles | uno no siempre hace lo que quiere | uno no siempre puede | por eso estoy aquí | mirándote y echándote de menos | por eso es que no puedo despeinarte el jopo | ni ayudarte con la tabla del nueve | ni acribillarte a pelotazos | vos ya sabés que tuve que elegir otros jeugos | y que los jugué en serio | y jugué por ejemplo a los ladrones | y los ladrones eran policías | y jugué por ejemplo a la escondida | y si te descubrían te mataban | y jugué a la mancha | y era de sangre | botija aunque tengas pocos años | creo que hay que decirte la verdad | para que no la olvides | por eso no te oculto que me dieron picana | que casi me revientan los riñones | todas estas llagas hinchazones y heridas | que tus ojos redondos | miran hipnotizados | son durísimos golpes | son botas en la cara | demasiado dolor para que te lo oculte | demasiado suplicio para que se me borre | pero también es bueno que conozcas | que tu viejo calló | o puteó como un loco | que es una linda forma de callar | que tu viejo olvidó todos los números | (por eso no podría ayudarte en las tablas) | y por lo tanto todos los teléfonos | y las calles y el color de los ojos | y los cabellos y las cicatrices | en qué bar | qué parada | qué casa | y acordarse de vos | de tu carita | lo ayudaba a callar | por eso ahora | me podés preguntar | y sobre todo | puedo yo responder | uno no siempre hace lo que quiere | pero tiene el derecho de no hacer | lo que no quiere | llorá no más botija | son macanas que los hombres no lloran | aquí lloramos todos | gritamos berreamos moqueamos chillamos maldecimos | porque es mejor llorar que traicionar | porque es mejor llorar que traicionarse | llorá | pero no olvides

EL TRIUNFO DE LOS MUCHACHOS

M. Benedetti / A. FaveroEstán cambiando los tiempos | para bien o para mal | Para mal o para bien | nada va a quedar igual | Cielito cielo que sí | Con muchachos donde quieran | Mientras no haya libertad | se aplaza la primavera | Mientras no haya libertad | se aplaza la primavera | Se posterga para cuando | lleguen los años brutales | y del podrido poder | Se bajen los carcamales | Cielito, cielo, cielito | cielito a la descubierta | Las botas del miedo pasan | por una calle desierta | Las botas del miedo pasan | por una calle desierta | Viejos están y qué solos | qué ministros y qué viejos | Tienen los pesos aquí | pero los dólares lejos | Cielito, cielo, no importa | tienen miedo y es bastante | Conocen que ya hace mucho | la historia sigue adelante | Conocen que ya hace mucho | la historia sigue adelante | Los tiempos están cambiando | Están cambiando qué bueno | Siempre el mundo será ancho | pero ya no será ajeno | Cielito, cielo, qué joven | está el cielo en rebeldía | Qué verde viene la lluvia | qué joven la puntería | Qué verde viene la lluvia | qué joven la puntería | Se pone joven el tiempo | y acepta del tiempo el reto | Qué suerte que el tiempo joven | le falte al tiempo el respeto | Cielito del ganapán | cielito del ganavino | cielito del cierrapuños | cielo del abrecaminos | Cielito del cierrapuños | cielo del abrecaminos | Están cambiando los tiempos | para bien o para mal | Para mal o para bien | nada va a quedar igual | Nada va a quedar igual | cielito pero qué suerte | Déjennos la pobre vida | guárdense la rica muerte | Déjennos la pobre vida | guárdense la rica muerte

PADRE NUESTRO LATINOAMERICANO

M. Benedetti / A. FaveroPadre nuestro que estás en los cielos | con las golondrinas y con los misiles | quiero que vuelvas antes de que olvides | cómo se llega al sur de Río Grande | Padre nuestro que estás en el exilio | casi nunca te acuerdas de los míos | de todos modos, dondequiera que estés | santificado sea tu nombre | no quienes santifican en tu nombre | cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria | En junio de mil nueve setenta y cinco | ya no sirve pedirte venga a nos el tu reino | porque tu reino también está aquí abajo | metido en los rencores y en el miedo | en las vacilaciones y en la mugre | en la desilusión y en la modorra | en este ansia de verte pese a todo | Cuando hablaste del rico, la aguja y el camello | y te votamos todos, por unanimidad, para la gloria | también alzó la mano el indio silencioso | que te respetaba pero se resistía a pensar hágase tu voluntad | Sin embargo una vez cada tanto | tu vountad se mezcla con la mía | la domina, la enciende ,la duplica | más arduo es conocer cuál es mi voluntad | cuando creo de veras lo que digo creer | así en tu omnipresencia como en mi soledad | así en la tierra como en el cielo | siempre estaré más segura de la tierra que piso | que del cielo intratable que me ignora | Pero, quién sabe, no voy a decidir | que tu poder se haga o se deshaga | Tu voluntad igual se está haciendo en el viento | en el Ande de nieve | en el pájaro que fecunda a su pájara | en los cancilleres que murmuran "Yes sir" | en cada mano que se convierte en puño | Claro, no estoy segura si me gusta el estilo | que tu voluntad elige para hacerse | lo digo con irreverencia y gratitud | dos emblemas que pronto serán la misma cosa | Lo digo, sobre todo, pensando en el pan nuestro de cada día | y de cada pedacito de día | Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy | O al menos el derecho de darnos nuestro pan | no sólo el que era símbolo de algo | sino el de miga y cáscara | el pan nuestro | Y ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas | perdónanos, si puedes, nuestras deudas | pero no nos perdones la esperanza | no nos perdones nunca nuestros créditos | A más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos | tangibles y sonrientes forajidos | A los que tienen garras para el arpa | Poco importa que nuestros acreedores perdonen | así como nosotros, una vez, por error | perdonamos a nuestros deudores | Todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote | como tres mil kilómetros de injurias | como veinte medallas a Somoza | como una sola Guatemala muerta | Y no nos dejes caer en la tentación | de olvidar o vender este pasado | o arrendar una sola hectárea de su olvido | ahora que es la hora de saber quiénes somos | y han de curzar el río el dolar y su amor contra-reembolso | arráncanos el alma el último mendigo | y líbranos de todo mal de conciencia | Amén